martes, 27 de abril de 2010

Arizona: a la cárcel por prietos.


Hace algunos años entrevisté a César Chávez, el legendario luchador social nacido y muerto en Arizona que agrupó a los agricultores de la mayor parte de Estados Unidos. Andaba a salto de mata y con orden de aprehensión. Lo ubiqué en un rancho, en algún lugar de California. Me impactó su personalidad: el pelo abundantísimo, todavía negro pero ya con una creciente competencia de canas; era un ser cuyo magnetismo se irradiaba a todo el cuarto aquel. Hablaba perfecto español, aunque de repente se le dificultaba un poco. Me relató su lucha, de cómo trataba de darle dignidad y un pago justo a quienes se quebraban el lomo de sol a sol en la siembra o en las cosechas. Pero de todo lo que me dijo, algo se me quedó para siempre. Cuando le pregunté cuál era el camino para ir conquistando el poder político, recuerdo que guardó silencio encerrado en aquel rostro pétreo e iluminado, hasta que me soltó: “¡La panza de nuestras mujeres! Porque mientras estos pinches gringos tienen uno y si acaso dos, nosotros aventamos de a cuatro o cinco. Es cuestión de tiempo y no ha de pasar mucho”. Chávez murió en 1993 y no andaba tan errado. Hoy la hispana es la primera minoría, ha sobrepasado a la negritud y en algunas zonas del país es franca mayoría.
También leí alguna vez que Mao Tse Tung —no sé si en el libro rojo— estableció que la única posibilidad de cambiar al imperialismo yanqui medía tres mil 300 kilómetros de frontera con México.


Pero yo no sé si alguno o ambos imaginaron que el precio sería tan alto. La ley promulgada por la gobernadora Brewer de Arizona sólo se asemeja a la alemana nazi cuando a los judíos les aterraba salir a las calles. Ahora los policías no únicamente podrán, sino que tienen la obligación de detener a cualquier sospechoso de ser ilegal, por su pura apariencia. Pero hay algo más, ya algunos idiotas que se quedaron en el pasón de Apocalypse Now están reclutando soldados y ex marines para formar milicias que salgan a cazar migrantes mexicanos. Junto a ellos, los pelirrojos de panzas cheleras llamados Minutemen son una recepción de santa closes.


Pero no es un chiste. Mil 259 mexicanos han muerto ya en el paso de Arizona. Qué bueno que el presidente Calderón se comprometa a defender los derechos humanos de quienes sean detenidos. Pero hay que hacer mucho más contra Arizona. Hay que boicotearlos comercialmente. Cancelarles vuelos. Hay que dejar de dar o tomar clases en sus universidades. Hay que romperles en sus narices los acuerdos de cooperación. Hay que declararle la guerra a Arizona.

Ricardo Rocha.

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