Se ha dicho que Felipe Calderón es el presidente más intransigente y pro-militar de la historia reciente, equiparable sólo con Díaz Ordaz, y cada vez más gente coincide con esta observación. Todo parece indicar que por ello ha comenzado a reconstruir su imagen para un futuro histórico.
Sorprendió al país enviando la iniciativa educativa y sanitaria contra la obesidad en escuelas, exigió que se le pusieran dientes a la Comisión Federal de Competencia (CFC) para investigar y castigar las prácticas anticompetitivas y controlar el poder de los monopolios y oligopolios. Dejó boquiabierta a la comunidad de derechos humanos con su iniciativa para retirar el fuero militar a cualquier soldado que hiciere tareas civiles y policiacas. (Del subrepticio manotazo a Telcel por su dominancia no hablamos, porque de última hora Calderón se rajó e hizo las paces con Slim)
El resultado fue que Lujambio, el secretario de Educación, salió a desarticular la iniciativa antiobesidad calificándola de imposible e inoperante. La CFC dijo que no sabía que Calderón habría de enviar la iniciativa que ellos mismos le entregaron hace tiempo. La Sedena quedó muda, pero el Congreso se encargó de inhabilitar cualquier propuesta de eliminar el fuero militar. Tengo la impresión de que Felipe Calderón sabía que sus iniciativas no tendrían éxito alguno, o incluso que hizo la estrategia para que así resultara. Lujambio como miembro del gabinete no contradice a su jefe y resulta ingenuo creer que le iba a dar una puñalada trapera sin que Presidencia reaccionara públicamente, sin embargo no hubo más que silencio. No fue solamente el PRD sino también el propio PAN, del cual Calderón tiene el control total, quien entorpeció toda posibilidad de que avancen las iniciativas. Ya Nixon decía que para lograr un acuerdo legislativo hacía falta un real cabildeo presidencial. Calderón no se tomó la molestia ¿Por qué?
Un grupo de intelectuales ha planteado la certera idea de que el Poder Legislativo conforma la generación del No, que tanto su incapacidad para negociar como la protección de sus propios intereses políticos y empresariales logran paralizar cualquier reforma que llega a sus manos, aunque ésta pudiera beneficiar al país la vetan o congelan, particularmente las reformas enviadas desde Los Pinos. Eso es cierto y parece que Calderón decidió hace poco dar un golpe de timón, ¿pero lo dio en verdad?
Me parece que el Presidente hizo estas movidas porque ha comenzado a intentar blindarse ante la crítica de la historia, bien podría decir, al menos en papel, que fue él quien propuso retirar el fuero del Ejército al que envió a las calles, que él quiso eliminar la obesidad en escuelas y erradicar los monopolios mediáticos; pero que la generación del No se lo impidió. La estrategia presidencial se cebó porque sus desaciertos son mayúsculos, hay suficientes evidencias para afirmar que la manera en que envió las iniciativas era una apuesta para el fracaso. Es una lástima que el Presidente subestime de esta forma a la sociedad y que se tome tan poca molestia hasta para fingir procesos democráticos.
Lydia Cacho
Sorprendió al país enviando la iniciativa educativa y sanitaria contra la obesidad en escuelas, exigió que se le pusieran dientes a la Comisión Federal de Competencia (CFC) para investigar y castigar las prácticas anticompetitivas y controlar el poder de los monopolios y oligopolios. Dejó boquiabierta a la comunidad de derechos humanos con su iniciativa para retirar el fuero militar a cualquier soldado que hiciere tareas civiles y policiacas. (Del subrepticio manotazo a Telcel por su dominancia no hablamos, porque de última hora Calderón se rajó e hizo las paces con Slim)
El resultado fue que Lujambio, el secretario de Educación, salió a desarticular la iniciativa antiobesidad calificándola de imposible e inoperante. La CFC dijo que no sabía que Calderón habría de enviar la iniciativa que ellos mismos le entregaron hace tiempo. La Sedena quedó muda, pero el Congreso se encargó de inhabilitar cualquier propuesta de eliminar el fuero militar. Tengo la impresión de que Felipe Calderón sabía que sus iniciativas no tendrían éxito alguno, o incluso que hizo la estrategia para que así resultara. Lujambio como miembro del gabinete no contradice a su jefe y resulta ingenuo creer que le iba a dar una puñalada trapera sin que Presidencia reaccionara públicamente, sin embargo no hubo más que silencio. No fue solamente el PRD sino también el propio PAN, del cual Calderón tiene el control total, quien entorpeció toda posibilidad de que avancen las iniciativas. Ya Nixon decía que para lograr un acuerdo legislativo hacía falta un real cabildeo presidencial. Calderón no se tomó la molestia ¿Por qué?
Un grupo de intelectuales ha planteado la certera idea de que el Poder Legislativo conforma la generación del No, que tanto su incapacidad para negociar como la protección de sus propios intereses políticos y empresariales logran paralizar cualquier reforma que llega a sus manos, aunque ésta pudiera beneficiar al país la vetan o congelan, particularmente las reformas enviadas desde Los Pinos. Eso es cierto y parece que Calderón decidió hace poco dar un golpe de timón, ¿pero lo dio en verdad?
Me parece que el Presidente hizo estas movidas porque ha comenzado a intentar blindarse ante la crítica de la historia, bien podría decir, al menos en papel, que fue él quien propuso retirar el fuero del Ejército al que envió a las calles, que él quiso eliminar la obesidad en escuelas y erradicar los monopolios mediáticos; pero que la generación del No se lo impidió. La estrategia presidencial se cebó porque sus desaciertos son mayúsculos, hay suficientes evidencias para afirmar que la manera en que envió las iniciativas era una apuesta para el fracaso. Es una lástima que el Presidente subestime de esta forma a la sociedad y que se tome tan poca molestia hasta para fingir procesos democráticos.
Lydia Cacho
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