El día de mañana, 11 de septiembre, se cumple un aniversario más de lo que debiera ser una fiesta nacional. ¿Por qué? La Independencia no fue un proceso único y continuado, sino una suma de procesos diferenciados y, a veces, antagónicos. Hubo antes del movimiento de Miguel Hidalgo otros intentos fallidos de independencia. El más conocido es el de 1808, conducido por el Ayuntamiento de la Ciudad de México, que involucró al virrey José Iturrigaray (quien fue depuesto mediante un golpe por un puñado de peninsulares). En 1799 surgió una "rebelión de los machetes" dirigida por Pedro Portilla, y cuyo estandarte fue también la Virgen de Guadalupe. Un primero y curioso intento autonomista lo dirigieron, en 1566, los dos hijos de Cortés (el legítimo y el ilegítimo). Defendían la Encomienda, cuando la corona abolió tan abusiva institución. Se quejaba el encomendero Gonzalo Gómez de Cervantes: "Los (peninsulares) que ayer estaban en tiendas y tabernas y en otros ejercicios viles, están hoy puestos y constituidos en los mejores y más calificados oficios de la tierra, y los caballeros y descendientes de aquellas gentes que la conquistaron y ganaron (los criollos), pobres, abatidos, desfavorecidos y arrinconados". Era el origen del nacionalismo criollo. La conjura fue descubierta, y sus cabecillas ejecutados, salvo los hijos de Cortés, que retornaron a España.
Más allá de esos intentos podemos distinguir tres etapas en la Independencia: el inicio (cuyo bicentenario conmemoramos este año), que fracasó militarmente, pues los realistas tuvieron siempre mejor organización, pertrechos y disciplina. Por ejemplo, en puente de Calderón (el Waterloo de Hidalgo), 100 mil insurgentes fueron avasallados por siete mil realistas (lo que no obstó para levantar ahí mismo un monumento conmemorativo, para celebrar esa debacle). La segunda etapa, la Consumación, se dio cuando las guerrillas insurgentes habían dejado de representar un desafío al régimen virreinal, pero el triunfo de los liberales en España amenazó con alterar el orden vigente. Los peninsulares y los criollos potencialmente afectados, conjuraron en La Profesa y determinaron, ahora sí, romper el vínculo con España, pero no para desmantelar el orden virreinal, como querían los insurgentes, sino para preservarlo. Se trató, pues, de un acontecimiento claramente diferenciado en propósitos y protagonistas respecto del estallido de 1810. Es decir, la Independencia no se dio gracias al movimiento armado de Hidalgo, sino a pesar de su derrota militar.
Un tercer momento, que debiéramos celebrar año con año, es la consolidación de la Independencia, que tuvo lugar cuando, en 1829, Fernando VII decidió enviar una expedición con el fin de reconquistar la Nueva España, suceso a partir del cual -calculaba con absoluta distancia de la realidad- recuperaría el resto de sus colonias americanas "y poner las cosas como estaban el año de 1640". Se encomendó al brigadier Isidro Barradas -llamado "el segundo Cortés" por la prensa española- desembarcar en Tampico, para desde ahí emprender la reconquista. Tocó en suerte a Santa Anna estar en su natal Veracruz cuando ocurrió el desembarco, por lo que, sin pensarlo, de inmediato se lanzó a la defensa de la nación con algunos uniformados y milicias cívicas de la región. Ayudado por las enfermedades costeras y los elementos (aguaceros torrenciales) pudo el jalapeño en poco tiempo forzar la rendición de Barradas. No fue sólo una batalla la que se ganó en esa ocasión (la de Tampico), sino una guerra contra España, que determinó que ésta jamás intentara nuevamente reconquistar su antigua colonia. Pocos años después, en 1836, se resignó a su pérdida y reconoció nuestra independencia. Por eso mismo es que tal suceso debe considerarse como la "Consolidación" de la Independencia. Si no se celebra anualmente, es porque la historia oficial, mezquina como es, no quiere reconocer gloria alguna al villano Santa Anna (por eso tampoco se celebra la Consumación de la Independencia, pues Iturbide también quedó en el averno histórico). Pero, con ello, se escatima al país una victoria contra el extranjero, como si nos sobraran. Algunos emprendedores ciudadanos tampiqueños decidieron hace poco reivindicar su triunfo para el pueblo tamaulipeco y celebran ya oficialmente (a nivel estatal) la consolidación de la Independencia cada 11 de septiembre.
Hubiera estado bien que en este año se reconociera esa fecha a nivel nacional (quizás ocurra en 2029), ahora que esa entidad padece una absoluta ausencia de autoridades, y está controlada por el crimen organizado.
2010-09-10 05:00:00 gsc software, library ver. 2006
Más allá de esos intentos podemos distinguir tres etapas en la Independencia: el inicio (cuyo bicentenario conmemoramos este año), que fracasó militarmente, pues los realistas tuvieron siempre mejor organización, pertrechos y disciplina. Por ejemplo, en puente de Calderón (el Waterloo de Hidalgo), 100 mil insurgentes fueron avasallados por siete mil realistas (lo que no obstó para levantar ahí mismo un monumento conmemorativo, para celebrar esa debacle). La segunda etapa, la Consumación, se dio cuando las guerrillas insurgentes habían dejado de representar un desafío al régimen virreinal, pero el triunfo de los liberales en España amenazó con alterar el orden vigente. Los peninsulares y los criollos potencialmente afectados, conjuraron en La Profesa y determinaron, ahora sí, romper el vínculo con España, pero no para desmantelar el orden virreinal, como querían los insurgentes, sino para preservarlo. Se trató, pues, de un acontecimiento claramente diferenciado en propósitos y protagonistas respecto del estallido de 1810. Es decir, la Independencia no se dio gracias al movimiento armado de Hidalgo, sino a pesar de su derrota militar.
Un tercer momento, que debiéramos celebrar año con año, es la consolidación de la Independencia, que tuvo lugar cuando, en 1829, Fernando VII decidió enviar una expedición con el fin de reconquistar la Nueva España, suceso a partir del cual -calculaba con absoluta distancia de la realidad- recuperaría el resto de sus colonias americanas "y poner las cosas como estaban el año de 1640". Se encomendó al brigadier Isidro Barradas -llamado "el segundo Cortés" por la prensa española- desembarcar en Tampico, para desde ahí emprender la reconquista. Tocó en suerte a Santa Anna estar en su natal Veracruz cuando ocurrió el desembarco, por lo que, sin pensarlo, de inmediato se lanzó a la defensa de la nación con algunos uniformados y milicias cívicas de la región. Ayudado por las enfermedades costeras y los elementos (aguaceros torrenciales) pudo el jalapeño en poco tiempo forzar la rendición de Barradas. No fue sólo una batalla la que se ganó en esa ocasión (la de Tampico), sino una guerra contra España, que determinó que ésta jamás intentara nuevamente reconquistar su antigua colonia. Pocos años después, en 1836, se resignó a su pérdida y reconoció nuestra independencia. Por eso mismo es que tal suceso debe considerarse como la "Consolidación" de la Independencia. Si no se celebra anualmente, es porque la historia oficial, mezquina como es, no quiere reconocer gloria alguna al villano Santa Anna (por eso tampoco se celebra la Consumación de la Independencia, pues Iturbide también quedó en el averno histórico). Pero, con ello, se escatima al país una victoria contra el extranjero, como si nos sobraran. Algunos emprendedores ciudadanos tampiqueños decidieron hace poco reivindicar su triunfo para el pueblo tamaulipeco y celebran ya oficialmente (a nivel estatal) la consolidación de la Independencia cada 11 de septiembre.
Hubiera estado bien que en este año se reconociera esa fecha a nivel nacional (quizás ocurra en 2029), ahora que esa entidad padece una absoluta ausencia de autoridades, y está controlada por el crimen organizado.
2010-09-10 05:00:00 gsc software, library ver. 2006
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