El Instituto Mexicano del Seguro Social está en la crisis más grave en toda su historia. El informe sobre la situación financiera del instituto, presentado a la Asamblea General Ordinaria, advierte que ya no habrá dinero para pagar pensiones en 2012. ¿Qué hacer? Existen alternativas, sin duda, pero ninguna será indolora, ya sea para políticos, empresarios o sociedad en general.
La situación del IMSS no es nueva, la habían advertido los especialistas desde hace lustros. El ex director del instituto, Santiago Levy, consideró en febrero de 2004 que el desajuste era insostenible porque cada vez se usaba más dinero de los recursos de operación para el pago de las obligaciones del pasivo laboral. Los más de 50 millones de derechohabientes del IMSS pueden constatar esto en carne propia. En ese entonces, se advertía que de mantenerse las tendencias, en 2017, todos los recursos del Seguro Social serían absorbidos por la nómina y el pago de las pensiones. Sea que el apocalipsis financiero del instituto llegue en dos años o en siete, lo irrefutable es que se dirige al abismo.
¿Cuál es el tamaño del déficit? La tercera parte del Producto Interno Bruto del país, de acuerdo con Daniel Karam, director del IMSS, lo cual no sorprende dada la información disponible desde hace años. Es una bomba de tiempo.
Frente al diagnóstico, el gobierno federal llama a sindicato y legisladores a proponer soluciones, una convocatoria pertinente siempre y cuando no sea una estrategia para deslindarse de responsabilidad. El problema es que, hagan lo que hagan, el margen de maniobra sólo se mueve entre dos variables: el crecimiento económico del país o el adelgazamiento de la seguridad social de millones de trabajadores.
Optar por una reducción de beneficios corre el riesgo de terminar como hoy en Francia, con la furiosa movilización de varios sectores sociales que no están dispuestos a vivir peor que las pasadas generaciones. Lo mismo podría suceder en México.
Hace 40 años tenía sentido un esquema como el actual. Con una tasa de crecimiento del PIB de 4% a 7%, los recursos para sostener las pensiones estaban asegurados. Pero en los últimos 20 años, el PIB no ha superado en promedio el 2%. No hay sistema de pensiones que aguante semejante letargo.
Si México no iguala en pocos años el ritmo de crecimiento económico de Brasil o India, no habrá de otra más que apretarse el cinturón. Lo que deben responder los políticos es: ¿Nos resignamos a que no se puede? La opción por la que ellos han optado últimamente es la única impensable: no hacer nada.
La situación del IMSS no es nueva, la habían advertido los especialistas desde hace lustros. El ex director del instituto, Santiago Levy, consideró en febrero de 2004 que el desajuste era insostenible porque cada vez se usaba más dinero de los recursos de operación para el pago de las obligaciones del pasivo laboral. Los más de 50 millones de derechohabientes del IMSS pueden constatar esto en carne propia. En ese entonces, se advertía que de mantenerse las tendencias, en 2017, todos los recursos del Seguro Social serían absorbidos por la nómina y el pago de las pensiones. Sea que el apocalipsis financiero del instituto llegue en dos años o en siete, lo irrefutable es que se dirige al abismo.
¿Cuál es el tamaño del déficit? La tercera parte del Producto Interno Bruto del país, de acuerdo con Daniel Karam, director del IMSS, lo cual no sorprende dada la información disponible desde hace años. Es una bomba de tiempo.
Frente al diagnóstico, el gobierno federal llama a sindicato y legisladores a proponer soluciones, una convocatoria pertinente siempre y cuando no sea una estrategia para deslindarse de responsabilidad. El problema es que, hagan lo que hagan, el margen de maniobra sólo se mueve entre dos variables: el crecimiento económico del país o el adelgazamiento de la seguridad social de millones de trabajadores.
Optar por una reducción de beneficios corre el riesgo de terminar como hoy en Francia, con la furiosa movilización de varios sectores sociales que no están dispuestos a vivir peor que las pasadas generaciones. Lo mismo podría suceder en México.
Hace 40 años tenía sentido un esquema como el actual. Con una tasa de crecimiento del PIB de 4% a 7%, los recursos para sostener las pensiones estaban asegurados. Pero en los últimos 20 años, el PIB no ha superado en promedio el 2%. No hay sistema de pensiones que aguante semejante letargo.
Si México no iguala en pocos años el ritmo de crecimiento económico de Brasil o India, no habrá de otra más que apretarse el cinturón. Lo que deben responder los políticos es: ¿Nos resignamos a que no se puede? La opción por la que ellos han optado últimamente es la única impensable: no hacer nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario