De nueva cuenta el inquilino de Los Pinos y su "muy buen equipo económico, tal vez el mejor" (Calderón dixit) sufrió un ataque hepático tras las más recientes declaraciones del premio Nobel de Economía, Paul Krugman: “México no formará parte de los países emergentes que funcionarán como motor de crecimiento de la economía global, porque se esperan desempeños económicos pobres por lo menos durante los próximos cinco años… México no encaja en el modelo de país emergente, porque el crecimiento que tiene no se compara con el que tienen otras economías como China, y está muy integrada a Estados Unidos debido al Tratado de Libre Comercio… Lamentablemente no embona muy bien en la historia de los mercados emergentes”.
Sólo los berrinchudos de Los Pinos se niegan a admitir lo obvio, por mucho que Krugman no descubra el hilo negro ni devele secreto alguno: la economía mexicana destaca como una de las más lerdas, dependientes e ineficientes del planeta desde hace tres décadas, y, aferrados al modelito, su futuro en tal sentido es por demás deprimente. Se sabe, se documenta y se siente, pues los niveles de bienestar de la mayoría de los mexicanos ha ido de mal en peor, algo diametralmente distinto, desde luego, al resultado obtenido por el dominante grupúsculo de empresarios concentradores de la riqueza y el ingreso, gracias al esquema económico impuesto desde tiempos de Miguel de la Madrid, y, obvio es, a la complicidad de la clase política, que tampoco se ha ido en ceros.
Qué lástima. Tanto tiempo que invierte el emberrinchado inquilino de Los Pinos para destacar la imaginaria "solidez" económica mexicana, el futuro venturoso por él ofrecido (e incumplido) y demás historias idílicas, para que un simple premio Nobel de Economía venga a recordarle que su "navío de gran calado" no pasa de chalupa xochimilca, en el mejor de los casos.
Que "México no encaja en el modelo de país emergente" por su pobre desempeño económico lo demuestra el lamentable hecho de que la economía nacional apenas logró "crecer" a una tasa promedio real anual de 1.38 por ciento en el periodo 2001-2009 (con gobiernos panistas, por cierto), y que en ese mismo lapso el producto interno bruto por habitante a duras penas "avanzó" 0.2 por ciento, lo que ubica al país en los últimos lugares latinoamericanos en ambos renglones. De hecho, el "crecimiento" mexicano está muy por debajo de la media regional en los años de referencia.
En los hechos, lo anterior se traduce en que México registra su segunda década perdida (en los últimos treinta años), con peores resultados (1.38 por ciento) que en la primera (los 80), de acuerdo con la estadística de la Cepal, cuando la tasa promedio anual de "crecimiento" fue de 1.9 por ciento, el peor resultado –hasta la llegada del panismo a Los Pinos– de la dictadura neoliberal mexicana. En la crisis de 2009 fue el último lugar latinoamericano y ocupó el escalón 143 de 156 posibles en el ámbito internacional, de acuerdo con el reporte del Banco Mundial.
Cómo estará la cosa, que de 2001 a 2009 la economía nicaragüense –una de las más paupérrimas de América Latina– registró un crecimiento superior al de la mexicana: 2.7 (y 1.37 por ciento de PIB por habitante) contra 1.38 por ciento (y 0.2 por ciento del PIB por cabeza), respectivamente. Eso sí, los gobiernos panistas (Fox-Calderón) pueden presumir que obtuvieron mejores resultados en el periodo que, por ejemplo, Haití (0.7 por ciento de “avance) o Jamaica (uno por ciento), aunque no pasarían de allí, pues incluso las naciones latinoamericanas reportan un mejor balance que el mexicano (Guatemala, con una tasa promedio anual de crecimiento de 3.32 por ciento; El Salvador, 2.24; Honduras y Belice, 4.1 en cada caso; Costa Rica, 4.3; y el citado caso de Nicaragua).
Como se ha comentado en este espacio, al hacer el balance del siglo XX, y superada la convulsión 1911-1930 (con su 0.2 por ciento de "avance"), la tasa anual promedio de crecimiento económico mexicano se registró de la siguiente forma: 1931-1940, 3.36 por ciento; 1941-1950, 5.98 por ciento; 1951-1960, 6.14 por ciento; 1961-1970, 6.48 por ciento, y 1971-1980, 6.71 por ciento. A partir de ese año todo ha sido escalera para abajo, con un creciente costo social. Así, el periodo 1951-1980 se ubica como el mejor en términos económicos para México, con una tasa anual promedio de 6.45 por ciento, un sueño a estas alturas. A estas alturas, el ritmo del México "moderno" resulta 4.6 veces menor que tres décadas atrás.
Para que el país comience a salir del profundo agujero en el que lo han sumido los gobiernos neoliberales se requiere, como mínimo, una tasa promedio anual de crecimiento de 6 por ciento. Así, se generarían los empleos necesarios, se mejoraría el bienestar de la mayoría de los mexicanos y esta nación de nueva cuenta tendría futuro. Con 1.38 por ciento de promedio anual, no se llega ni a la esquina. A pesar de ello, México es presumido por los jilgueros gubernamentales como la segunda "potencia" latinoamericana, cuando por muchos años ocupó el primer lugar regional. Actualmente ésta posición la ocupa Brasil, con una tasa promedio anual de crecimiento económico de 4 por ciento en el citado periodo. No es la octava maravilla, pero el país sudamericano reporta un avance 2.9 tantos mayor que el "navío de gran calado" (Calderón dixit). México, pues, segunda "potencia", pero último lugar en cuanto a ritmo de crecimiento: Argentina (4.1 por ciento como tasa promedio anual), Chile (3.5), Colombia (4.1), Venezuela (4), Panamá (6.2), Perú (5.35), República Dominicana (5), Uruguay (4.43) y las naciones centroamericanas han obtenido resultados muy superiores al mexicano. Aun así, en Los Pinos sufren ataques hepáticos por lo expresado por personalidades como Paul Krugman. Y los seguirán haciendo, porque se niegan a aceptar la realidad y a "resolver" los problemas con discursos.
Lo de siempre:
No es para sorprender a nadie, pero los diputados, por enésima ocasión, incumplieron su promesa de aprobar el presupuesto "a más tardar el viernes". Hechos bolas, entre grillas partidarias e interpartidarias y jaloneos por la cobija, habrá que ver qué tipo de gasto sacan adelante para el ejercicio fiscal 2011, un año que no se vislumbra muy sólido que se diga en materia económica y social, y con una perspectiva de crecimiento aún menor que la de 2010… ¡Qué casualidad!: ya se armó el escándalo con la corrupción en el IMSS, y como por obra de magia desapareció la corrupción del empresario metido a sacerdote Onésimo Cepeda.
Sólo los berrinchudos de Los Pinos se niegan a admitir lo obvio, por mucho que Krugman no descubra el hilo negro ni devele secreto alguno: la economía mexicana destaca como una de las más lerdas, dependientes e ineficientes del planeta desde hace tres décadas, y, aferrados al modelito, su futuro en tal sentido es por demás deprimente. Se sabe, se documenta y se siente, pues los niveles de bienestar de la mayoría de los mexicanos ha ido de mal en peor, algo diametralmente distinto, desde luego, al resultado obtenido por el dominante grupúsculo de empresarios concentradores de la riqueza y el ingreso, gracias al esquema económico impuesto desde tiempos de Miguel de la Madrid, y, obvio es, a la complicidad de la clase política, que tampoco se ha ido en ceros.
Qué lástima. Tanto tiempo que invierte el emberrinchado inquilino de Los Pinos para destacar la imaginaria "solidez" económica mexicana, el futuro venturoso por él ofrecido (e incumplido) y demás historias idílicas, para que un simple premio Nobel de Economía venga a recordarle que su "navío de gran calado" no pasa de chalupa xochimilca, en el mejor de los casos.
Que "México no encaja en el modelo de país emergente" por su pobre desempeño económico lo demuestra el lamentable hecho de que la economía nacional apenas logró "crecer" a una tasa promedio real anual de 1.38 por ciento en el periodo 2001-2009 (con gobiernos panistas, por cierto), y que en ese mismo lapso el producto interno bruto por habitante a duras penas "avanzó" 0.2 por ciento, lo que ubica al país en los últimos lugares latinoamericanos en ambos renglones. De hecho, el "crecimiento" mexicano está muy por debajo de la media regional en los años de referencia.
En los hechos, lo anterior se traduce en que México registra su segunda década perdida (en los últimos treinta años), con peores resultados (1.38 por ciento) que en la primera (los 80), de acuerdo con la estadística de la Cepal, cuando la tasa promedio anual de "crecimiento" fue de 1.9 por ciento, el peor resultado –hasta la llegada del panismo a Los Pinos– de la dictadura neoliberal mexicana. En la crisis de 2009 fue el último lugar latinoamericano y ocupó el escalón 143 de 156 posibles en el ámbito internacional, de acuerdo con el reporte del Banco Mundial.
Cómo estará la cosa, que de 2001 a 2009 la economía nicaragüense –una de las más paupérrimas de América Latina– registró un crecimiento superior al de la mexicana: 2.7 (y 1.37 por ciento de PIB por habitante) contra 1.38 por ciento (y 0.2 por ciento del PIB por cabeza), respectivamente. Eso sí, los gobiernos panistas (Fox-Calderón) pueden presumir que obtuvieron mejores resultados en el periodo que, por ejemplo, Haití (0.7 por ciento de “avance) o Jamaica (uno por ciento), aunque no pasarían de allí, pues incluso las naciones latinoamericanas reportan un mejor balance que el mexicano (Guatemala, con una tasa promedio anual de crecimiento de 3.32 por ciento; El Salvador, 2.24; Honduras y Belice, 4.1 en cada caso; Costa Rica, 4.3; y el citado caso de Nicaragua).
Como se ha comentado en este espacio, al hacer el balance del siglo XX, y superada la convulsión 1911-1930 (con su 0.2 por ciento de "avance"), la tasa anual promedio de crecimiento económico mexicano se registró de la siguiente forma: 1931-1940, 3.36 por ciento; 1941-1950, 5.98 por ciento; 1951-1960, 6.14 por ciento; 1961-1970, 6.48 por ciento, y 1971-1980, 6.71 por ciento. A partir de ese año todo ha sido escalera para abajo, con un creciente costo social. Así, el periodo 1951-1980 se ubica como el mejor en términos económicos para México, con una tasa anual promedio de 6.45 por ciento, un sueño a estas alturas. A estas alturas, el ritmo del México "moderno" resulta 4.6 veces menor que tres décadas atrás.
Para que el país comience a salir del profundo agujero en el que lo han sumido los gobiernos neoliberales se requiere, como mínimo, una tasa promedio anual de crecimiento de 6 por ciento. Así, se generarían los empleos necesarios, se mejoraría el bienestar de la mayoría de los mexicanos y esta nación de nueva cuenta tendría futuro. Con 1.38 por ciento de promedio anual, no se llega ni a la esquina. A pesar de ello, México es presumido por los jilgueros gubernamentales como la segunda "potencia" latinoamericana, cuando por muchos años ocupó el primer lugar regional. Actualmente ésta posición la ocupa Brasil, con una tasa promedio anual de crecimiento económico de 4 por ciento en el citado periodo. No es la octava maravilla, pero el país sudamericano reporta un avance 2.9 tantos mayor que el "navío de gran calado" (Calderón dixit). México, pues, segunda "potencia", pero último lugar en cuanto a ritmo de crecimiento: Argentina (4.1 por ciento como tasa promedio anual), Chile (3.5), Colombia (4.1), Venezuela (4), Panamá (6.2), Perú (5.35), República Dominicana (5), Uruguay (4.43) y las naciones centroamericanas han obtenido resultados muy superiores al mexicano. Aun así, en Los Pinos sufren ataques hepáticos por lo expresado por personalidades como Paul Krugman. Y los seguirán haciendo, porque se niegan a aceptar la realidad y a "resolver" los problemas con discursos.
Lo de siempre:
No es para sorprender a nadie, pero los diputados, por enésima ocasión, incumplieron su promesa de aprobar el presupuesto "a más tardar el viernes". Hechos bolas, entre grillas partidarias e interpartidarias y jaloneos por la cobija, habrá que ver qué tipo de gasto sacan adelante para el ejercicio fiscal 2011, un año que no se vislumbra muy sólido que se diga en materia económica y social, y con una perspectiva de crecimiento aún menor que la de 2010… ¡Qué casualidad!: ya se armó el escándalo con la corrupción en el IMSS, y como por obra de magia desapareció la corrupción del empresario metido a sacerdote Onésimo Cepeda.
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