miércoles, 29 de diciembre de 2010

Todo se destruye.


1. Lunes 27. “Aproximadamente a las 10:30 horas, elementos del cuerpo de granaderos ingresaron por la calle de Pitágoras a Diagonal San Antonio. En el extremo contrario, dos retroexcavadoras comenzaron maniobras para levantar el asfalto en la avenida Anaxágoras. Detrás de la maquinaria ingresó otro grupo de elementos de seguridad para “custodiarlas”. En tanto, grúas de la Secretaría de Seguridad Pública retiraban los vehículos estacionados.

Ante la presencia de más de 250 efectivos policiacos los vecinos se organizaron para evitar su paso. Al intentar detener su avanzada hubo empujones y jaloneos. Un joven fue golpeado en la nariz, lo que le provocó hemorragia. Otros vecinos, la mayoría mujeres y adultos mayores, fueron repelidos con los escudos por la policía”. Tres mujeres jóvenes se ataron protegiendo una palmera. Esta es una de las decenas de miles de protestas vecinales registradas en la historia de la ciudad de México.


2. ¿Qué pasa? En todas las ciudades, sobre todo en las megalópolis, cuando se trata de abrir alguna cantina, una gasolinera, construir una vía rápida, establecer una vía del Metro o un paradero de metrobús, surgen protestas vecinales porque devalúan sus viviendas, ponen el peligro la vida, tiran árboles, producen ruidos, destruyen la ecología. Sin duda sus protestas son justas, pero parecen individuales porque olvidan que viven en una gran ciudad y si no se instala frente o cerca de sus hogares se tendrán que hacerlo cerca de otros. Es decir, el capitalismo tiene que imponerse o resolver sus problemas aunque surjan protestas. La cantina tiene que abrirse porque es un negocio, las gasolineras tendrán que ubicarse para servir a los automóviles y las vías tendrán que ser cada día más rápidas y eficientes para servir a la producción capitalista. Los intereses de los habitantes, en lo individual (sin ser de los ricos) cada día cuentan menos.


3. Los gobiernos dentro del sistema capitalista, de cualquier partido o ideología, están obligados a obedecer las dinámicas que impone el sistema; solo que ellos actúan en nombre de la colectividad. Ellos argumentan con razón: ¿Qué vale la voz de 20 vecinos que defienden una avenida o unos árboles si se trata de construir un Metro, un puente vial o un Metrobús que moverá a millones de habitantes de la ciudad? Mientras en México se dice que está prohibida la apertura de una cantina a menos de cien metros de una escuela, en muchas urbes, como Barcelona dentro de la escuela de arquitectura, está un surtido bar de vinos y licores. En estados como Oaxaca y Chiapas, un poco en Hidalgo y Morelos, así como en un buen número de pequeñas comunidades del país, se han podido conservar antiguas formas de vida y de costumbres; pero en los demás estados –que son la absoluta mayoría- el capitalismo ha barrido con todo.


4. ¿Qué hacer entonces ante la confrontación? ¿Apoyar a los vecinos de la colonia Narvarte, de las Lomas de Chapultepec y Polanco para que sus zonas clasemedieras o residenciales no sean afectadas por obras que la ciudad parece necesitar para que no se pare la producción? ¿Apoyar a los gobiernos que hablan en nombre de la colectividad para construir más avenidas, periféricos, metros, metrobuses, hacer circular más automóviles, abrir gasolineras, cabaretes, contaminación, haciendo más grandes, hasta cierto punto inhabitables, las ciudades? Parece no haber salida y que los vecinos tienen una parte de razón y el gobierno también tiene otra parte; pero aunque las dos estén conscientes, el capitalismo no pueden frenarse y en las grandes ciudades tendrá que imponerse para seguir reproduciéndose. Los llamados gobiernos de centro izquierda o “progresistas” –como suele decirse- continúan en la dinámica capitalista y sólo buscan reformarla.


5. Mis amigos o camaradas zapatistas del poblado rural de Tláhuac, DF, (que por cierto se han olvidado de escribirme) han luchado muy fuerte contra la entrada del Metro a esa ciudad porque ese hecho terminaría de destruir sus comunidades. “Con el Metro estaríamos a media hora del gran mercado de la La Merced y del Zócalo, pero nuestra población se terminaría de llenar de gigantescos comercios, vendedores ambulantes, contaminación, delincuencia y mayor miseria; es lo único que nos puede traer el capitalismo”. ¿Hablan los compañeros sin fundamento? Obviamente que no porque hay experiencias mil que demuestran que en la medida en que la vida de las ciudades se complica la población sufre por esos cambios. Parece que el pueblo, aunque con poquísimos ingresos y con una vida sencilla vive menos jodido que cuando tiene que correr de aquí para allá y estarse escondiendo de quien lo persigue para reprimir o matar.


6. La solución es que gobiernos como el de Hugo Chávez, Evo Morales, López Obrador, Ebrard, que de alguna manera son de izquierda o de avanzada, no luchen por reformar el capitalismo o hacerlo más vivible a viable. Hay que crear millones de empleos fuera de la Ciudad de México, del Estado de México, de Monterrey, Guadalajara, para que la población migre hacia los lugares menos poblados y se acabe con esas superurbes donde se concentra todo. Claro, este planteamiento tan repetido puede resultar utópico o demagógico, pero no deja de ser una verdad que México nunca ha podido instrumentar porque sus gobiernos han sido lamebotas de los inversionistas. ¿Cómo alejarnos de los mercados, de la mano de obra calificada, de las instituciones financieras, etcétera, como siempre argumentan los negociantes? Este es el capitalismo donde lo importante es hacer dinero, acumularlo, sin pensar en la humanidad.


7. Por todo ello la discusión entre los vecinos que protestan al defender su zona de la contaminación, el ruido y el aglomeración, y los gobiernos que quieren hacer grandes obras para reformar el capitalismo, evitar serios estallidos sociales y hacer campaña política, el planteamiento tiene que ser radical: “no más comercio, no más consumismo y enajenación, no más habitantes en grandes ciudades, no más grandes avenidas y automóviles y sí creación de empleos productivos y transporte colectivo, no contaminante. Alguien me dijo que en Tláhuac ha entrado ya el Metro y que los compañeros no pudieron evitarlo; no importa, porque ya sabemos que el capitalismo es brutal y no tiene freno. Pero lo importante estar siempre en la oposición hasta que llegue el día en que los levantamientos contra el poder sean masivos y podamos gritar desde nuestras trincheras: ¡les rompimos su madre, hay que brincar de alegría!.

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