El primer movimiento de Juan Manuel Santos como presidente de Colombia generó una reacción inmediata al otro lado de la frontera venezolana. Hugo Chávez, convertido en enemigo irreconciliable de Álvaro Uribe, aparcó ayer su discurso más incendiario y aceptó la oferta de diálogo lanzada por su nuevo homólogo durante su discurso de investidura. «Estoy dispuesto a voltear la página completa», proclamó el líder bolivariano, que hace menos de un mes rompió las relaciones diplomáticas con Bogotá. Horas después, los cancilleres de ambos países sellaban el inicio de una nueva era con una primera reunión de trabajo.
Mientras fue ministro de Defensa de Uribe, el nuevo gobernante de Colombia se ganó unos cuantos improperios de Chávez. Sin embargo, con su discurso de investidura del sábado dejó claro que, aunque seguirá el combate contra la guerrilla, pretende ser el presidente de la paz. «La palabra guerra no está en mi diccionario», anunció antes de subrayar que «como no reconozco enemigos en la política nacional, tampoco lo hago con ningún Gobierno extranjero».
El líder bolivariano entendió el mensaje de inmediato y mostró su disposición a reunirse cara a cara con Santos, bien en Caracas o en Bogotá, para reconstruir las relaciones «con mucho cuidado». «Si él (Santos) no estuviera en condiciones de venir a Venezuela en estos próximos tres o cuatro días, yo estoy dispuesto a ir a Colombia. ¡No tengo problema, yo amo a Colombia!», exclamó.
Ambos mandatarios coincidieron en la necesidad del respeto mutuo. Además, Chávez amplió la base para el diálogo a la necesidad de salvaguardar los ideales de la revolución, la verdad, y el derecho internacional. Uribe, precisamente, abandonó la jefatura de Colombia con la interposición de una demanda contra Chávez en la Corte Penal Internacional por «violación de los derechos humanos».
«Lacayo del imperio»
Con este gesto de despedida, no era de extrañar que el presidente venezolano cargara de nuevo contra Uribe antes de la investidura de Santos y elevara aún más la temperatura en las relaciones bilaterales. «Ha entregado el Gobierno el lacayo del imperio yanqui que durante ocho años gobernó Colombia por caminos de sangre, de guerra», bramó. Además, acusó al ex mandatario de «destrozar las relaciones internacionales, el respeto entre los pueblos y el respeto a la soberanía». Y le repitió lo que le espetó en México hace unos meses «en una discusión en la cual él pretendió atropellarme, y le dije 'váyase largo al carajo, largo al carajo'».
Habrá que ver si el pragmático Santos no se deja llevar por la lealtad a quien fue su jefe durante años y aguanta el chaparrón. De momento, ayer comenzó su mandato viajando para inspeccionar territorios inundados por lluvias invernales. No habrá los famosos Consejos Comunales que semanalmente hacía Uribe, pero seguirá manteniendo contacto directo con el pueblo. Confía en su Gabinete, un equipo que a su juicio «supera al Real Madrid». «Va a meter muchos goles y estoy seguro que así será», bromeó.
Su nueva ministra de Asuntos Exteriores, María Ángela Holguín, se ponía mientras tanto manos a la obra y recibía ayer a su colega venezolano para comenzar la reconstrucción de unas relaciones con muchos tropiezos. El último fue la ruptura de relaciones el mes pasado después de que Uribe acusara a Caracas de proteger a las FARC.
En el otro frente internacional en conflicto, las cosas van mejor. La primera acción de Santos para normalizar los nexos diplomáticos fue entregar a Rafael Correa, presente en su toma de posesión, la totalidad de los discos duros de los ordenadores de Raúl Reyes, que murió en un bombardeo contra su campamento guerrillero en la selva ecuatoriana. Correa calificó como «muy positivo» el gesto de Santos. «Era uno de los compromisos que tenía Colombia y todavía no había cumplido», precisó el presidente ecuatoriano, que garantizó inmunidad a Santos en la investigación del ataque aéreo si visita Quito.
Mientras fue ministro de Defensa de Uribe, el nuevo gobernante de Colombia se ganó unos cuantos improperios de Chávez. Sin embargo, con su discurso de investidura del sábado dejó claro que, aunque seguirá el combate contra la guerrilla, pretende ser el presidente de la paz. «La palabra guerra no está en mi diccionario», anunció antes de subrayar que «como no reconozco enemigos en la política nacional, tampoco lo hago con ningún Gobierno extranjero».
El líder bolivariano entendió el mensaje de inmediato y mostró su disposición a reunirse cara a cara con Santos, bien en Caracas o en Bogotá, para reconstruir las relaciones «con mucho cuidado». «Si él (Santos) no estuviera en condiciones de venir a Venezuela en estos próximos tres o cuatro días, yo estoy dispuesto a ir a Colombia. ¡No tengo problema, yo amo a Colombia!», exclamó.
Ambos mandatarios coincidieron en la necesidad del respeto mutuo. Además, Chávez amplió la base para el diálogo a la necesidad de salvaguardar los ideales de la revolución, la verdad, y el derecho internacional. Uribe, precisamente, abandonó la jefatura de Colombia con la interposición de una demanda contra Chávez en la Corte Penal Internacional por «violación de los derechos humanos».
«Lacayo del imperio»
Con este gesto de despedida, no era de extrañar que el presidente venezolano cargara de nuevo contra Uribe antes de la investidura de Santos y elevara aún más la temperatura en las relaciones bilaterales. «Ha entregado el Gobierno el lacayo del imperio yanqui que durante ocho años gobernó Colombia por caminos de sangre, de guerra», bramó. Además, acusó al ex mandatario de «destrozar las relaciones internacionales, el respeto entre los pueblos y el respeto a la soberanía». Y le repitió lo que le espetó en México hace unos meses «en una discusión en la cual él pretendió atropellarme, y le dije 'váyase largo al carajo, largo al carajo'».
Habrá que ver si el pragmático Santos no se deja llevar por la lealtad a quien fue su jefe durante años y aguanta el chaparrón. De momento, ayer comenzó su mandato viajando para inspeccionar territorios inundados por lluvias invernales. No habrá los famosos Consejos Comunales que semanalmente hacía Uribe, pero seguirá manteniendo contacto directo con el pueblo. Confía en su Gabinete, un equipo que a su juicio «supera al Real Madrid». «Va a meter muchos goles y estoy seguro que así será», bromeó.
Su nueva ministra de Asuntos Exteriores, María Ángela Holguín, se ponía mientras tanto manos a la obra y recibía ayer a su colega venezolano para comenzar la reconstrucción de unas relaciones con muchos tropiezos. El último fue la ruptura de relaciones el mes pasado después de que Uribe acusara a Caracas de proteger a las FARC.
En el otro frente internacional en conflicto, las cosas van mejor. La primera acción de Santos para normalizar los nexos diplomáticos fue entregar a Rafael Correa, presente en su toma de posesión, la totalidad de los discos duros de los ordenadores de Raúl Reyes, que murió en un bombardeo contra su campamento guerrillero en la selva ecuatoriana. Correa calificó como «muy positivo» el gesto de Santos. «Era uno de los compromisos que tenía Colombia y todavía no había cumplido», precisó el presidente ecuatoriano, que garantizó inmunidad a Santos en la investigación del ataque aéreo si visita Quito.
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