Uno de los flancos estratégicos más preocupantes para Estados Unidos, más allá de las guerras en Irak y Afganistán, es América Latina y particularmente México. “Como todos saben, hay una forma de insurgencia en México con los cárteles, que está justo sobre nuestra frontera. Esto no se trata sólo de drogas e inmigrantes ilegales. Esto es, potencialmente, sobre una toma de un gobierno por individuos que son corruptos”, afirmó. La derecha mexicana (PAN, PRI, empresarios) aplaudirían que los soldados gringos atravesaran nuestra frontera norte.
2. Se sabe: en México, con excepción de la del año 1932, ningún presidente renuncia. No importa que la economía esté cayendo a pedazos, que el desgobierno sea evidente, que la mayoría de la población sufra en la pobreza y miseria; nada importa mientras no surja un gran levantamiento y que las amenazas revolucionarias se hagan serias. México no es Túnez, Egipto o Irán donde un millón de manifestantes pudieran estar un mes o más tiempo en las calles combatiendo. Por solidaridad estuve unos 20 días -durmiendo allí- en el Zócalo de la ciudad de México en 2006, pero fuera de los mítines vespertinos, me parecieron días de campo. Combatir es otra cosa: es realizar cientos o miles de brigadas diarias de agitación con reparto de propaganda en las fábricas, bloqueos permanentes en carreteras, avenidas, glorietas, mercados, edificios públicos, embajadas; es confrontarse con las fuerzas militares que bloquean o buscan reprimir las protestas.
3. Decían mis compañeros profesores de la CNTE al respecto: la bronca no es tomar los edificios o las calles y permanecer resguardándolos unos días, sino el problema es conservarlos hasta que caigan los charros o los malos gobiernos. Aunque debemos comenzar, no estamos aún entrenados en este tipo de batallas. Sabemos que hay cientos de miles de activistas que turnándolos serían más que suficientes para consolidar las tomas, pero surge el otro gran problema: la unidad de la izquierda y demás luchadores sociales. ¿Olvidas la gran campaña de calumnias de los medios de información, la ideología individualista de la mayoría de los habitantes de la ciudad, las permanentes amenazas de represión y todas las presiones de la clase política? Por eso siempre hay que pensar en cómo organizar movimientos contundentes, muy fuertes para unos días y no pensar en varias semanas o meses. Imagina las campañas en contra de la iglesia.
4. Sin embargo no hay que olvidar que la tarea revolucionaria es “hacer posible lo que muchas veces parece imposible”. La renuncia de un tipo tan funesto como Calderón es importante pero, ¿qué hacer luego con el movimiento de masas tan grande? ¿No serán acaso los más organizados -los priístas- quienes se aprovecharán de la coyuntura? El sábado 12 podrían participar 10 mil, luego 100 mil, para más adelante reunir a millones entre los que podrían estar hasta empresarios y parte de la clase política. Pero ¡Cuidado!, comenzarán a acusar a los más notables dirigentes de tener tratos con narcotraficantes, buscará el gobierno sembrarles droga y armas en sus domicilios o acusarlos de violadores de menores. Ya saben como se las gasta el gobierno y cómo los medios de información buscan destruir a los movimientos de izquierda o de trabajadores. La iniciativa movilizadora es correcta, pero hay que cuidar el proceso del control oportunista.
5. Enumerar los motivos por los que Calderón debe renunciar ya no es necesario por obvios y conocidos. ¿Quién puede esconder el gigantesco desempleo, los salarios de hambre en la inmensa mayoría de la población, la emigración de trabajadores a Estados Unidos, las decenas de miles de muertes, la penetración del ejército yanqui y sus armas, el desgobierno, etcétera? Si Calderón es un borracho empedernido o no, es otra cosa; si empiezan a aparecer grandes propiedades entre sus familiares, son cosas personales de la vida privada; pero “esas cosas privadas, íntimas” no son trascendentes, no son de importancia ante la situación tan negativa del país. Pero tampoco hay que olvidar que también hay personajes que piensan como Calderón: “El país está mejor que nunca”; Creel, al lanzar su precandidatura presidencial buscando el apoyo del PAN, ha dicho que “buscará consolidar los grandes logros de los gobiernos panistas de los últimos 12 años, de Fox y Calderón”.
6. Vale más un movimiento real que cien discursos. Las masas en sus luchas pueden aprender en unas cuantas horas, en su práctica social, lo que en años no les pueden enseñar en escuelas burguesas y en libros. Quizá por eso los maestros mexicanos de la CNTE gritan en sus manifestaciones: “el maestro luchando también está enseñando”. ¿O alguien piensa que los títulos académicos sirven para otra cosa que no sea para ganar más salarios y presencia social burguesa? Por ese motivo la convocatoria del próximo sábado 12 al Monumento de la Revolución de la ciudad de México puede ser de enorme trascendencia: enseñar que el único camino válido para que el pueblo logre sus demandas es saliendo a las calles a luchar por ellas. Por eso hay que gritar: “ánimo compañeros, hay que dar la batalla en todos los frentes enterrando nuestros sectarismos e individualismos que tanto nos separan y que la mismo burguesía ahonda.
7. ¿Te imaginas lo que pasaría si un presidente mexicano, como Calderón, se sintiera obligado a renunciar? ¿Quién ocuparía su cargo? ¿Qué harían el ejército yanqui y qué el mexicano? ¿Cómo actuarían la Suprema Corte y el poder Legislativo? ¿Se harían más combativas las masas de trabajadores obligando a realizar elecciones inmediatamente? ¿Huirían los multimillonarios de México hacia los Estados Unidos? ¿La mitad de los priítas y los del PRD se harían izquierdosos? ¿Lucharían los anarquistas por instalar un gobierno horizontal, autogestivo, para frenar a nuevos autoritarios? Por eso sería interesante vivir nuevas experiencias que ensayen otros sistemas económicos y políticos. Pero también puede ser que la renuncia de Calderón sólo se convierta en cambio de personas y caras que sigan aplicando la misma política de gobierno. En fin, lo mejor es asistir a la cita en el Monumento de la Revolución para recalentar las luchas sociales.
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