sábado, 5 de febrero de 2011

Los violentos.



Felipe Calderón regresó al tema de "los violentos" en el Foro Económico de Davos, ese circo de elogios mutuos donde convergen anualmente políticos, diplomáticos, millonarios, farsantes, seudo intelectuales, profetas, periodistas y aves de mal agüero (sueño con que algún día inviten a Paris Hilton, para que ponga por un momento la nota discordante: esa sí sería noticia). Esta vez, sin embargo, Calderón optó por la redundancia: "la violencia proviene de los violentos, el crimen de los criminales y los homicidios los realizan los homicidas": ¡puras verdades de Perogrullo!

A ellos, a los violentos, les atribuyó la responsabilidad de haber alterado la paz del país y la tranquilidad de las familias mexicanas. (Aunque mientras hablaba los infantes de Marina, que están lejos de ser "violentos" en la mente presidencial –no obstante los miles de atropellos a los derechos humanos–, patrullaban las calles del Distrito Federal, invadían domicilios en colonias residenciales y efectuaban operativos que trajeron la guerra contra el narco a la capital, cerrando finalmente el círculo de la violencia.)

El que hablaba en Davos era un presidente envalentonado por el reciente espaldarazo de Hillary Clinton, con quien "convino que el único camino que queda es combatir sin tregua al crimen organizado en México". ¿Por qué en México y no en Estados Unidos? ¿Y por qué poniendo en riesgo la soberanía y estabilidad del Estado mexicano?

Este fin de semana vi un documental impresionante (Cocaine cowboys) que describe con detalle la incursión de los cárteles colombianos en Florida en la década de los 80. Ahí se iniciaron a un tiempo los redituables negocios asociados de las drogas, las armas y el lavado de dinero. Cuando la creciente adicción del pueblo estadunidense comenzó a dejar utilidades exorbitantes, los colombianos sobornaron a autoridades federales y estatales, corrompieron policías, se asociaron con empresarios legítimos y convirtieron a Miami, un adormilado paraíso de ancianos jubilados, en la capital de las drogas, los homicidios y el lavado de dinero. De las cenizas de esa época extravagante habría de surgir la ciudad que hoy conocemos; la de modernos rascacielos, autos de lujo, música latina, restaurantes y discotecas de fama mundial, y decenas de bancos que, con ayuda de Manuel Noriega en Panamá, lavaron miles de millones de dólares producto del narcotráfico. El nombre de la conocida serie de televisión Miami Vice (corrupción en Miami), lo dice todo.

A Hillary habría que recordarle que su marido fue presidente de Estados Unidos durante el apogeo del Miami del vicio y la corrupción. ¿Por qué no "combatió sin tregua" entonces al crimen organizado? ¿Y por qué Estados Unidos no combate "sin tregua" hoy mismo el contrabando de armas? ¡Ah, qué Hillary! A fuerza de tanto visitar a Calderón aprendió el mexicanísimo refrán de "hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre". Aunque en esta ocasión parece que los "bueyes del compadre" se han convertido en la única opción, porque en opinión de Hillary, que es la que cuenta para Calderón, el camino seguido por el obsecuente mandatario mexicano es "el que tiene que seguirse, porque es la única alternativa".

¿Se da cuenta Calderón que al cerrarse a otras opciones, para echarse en brazos de Hillary, está regresando al México de la estrellita en la frente, cuando vivíamos esperando la limosna de la "certificación"? Es irónico que el mandatario que más riesgos personales ha tomado, que más narcos ha extraditado a Estados Unidos, y que más dinero público ha derrochado persiguiendo al narco, dependa hoy de la buena voluntad de la señora Clinton.

¿Alguien se habrá atrevido a formularle a Hillary esta pregunta difícil: por qué si las drogas se importan, distribuyen y consumen en Estados Unidos, no se dan en ese país los niveles de violencia de México? Hay, sí, arrestos esporádicos, noticias aisladas y unos cuantos homicidios asociados al narco. Pero jamás los miles de muertos, ni estados y municipios separados de la Federación, ni mucho menos autoridades a punto del colapso. La respuesta es muy sencilla: estamos combatiendo su guerra en nuestro territorio. ¡Hemos convertido al país en una maquiladora! Ellos aportan unos cuantos dólares de la Iniciativa Mérida, y nosotros ponemos los soldados, los muertos y la inestabilidad social. ¡Un negocio redondo! (El cartón de Hernández en La Jornada –el 31/01/11– lo resumió todo. Una Hillary sonriente le recomienda a sus compatriotas no visitar México, un país "cuyo presidente está haciendo muy bien las cosas, y a quien yo admiro tanto". Eso debería darle a Calderón una idea del utilitarismo gringo.)

Hace unos días en El Paso, Texas, Janet Napolitano, con la agresividad de siempre y luciendo su proverbial copete estilo Tongolele (¡qué rico el mambo!), dio una conferencia amenazando al narco mexicano: "si se atreven a traer su violencia al lado estadunidense habrá una respuesta aplastante" (La Jornada, 2/02/11). ¿Qué quiso decir la secretaria de Seguridad Interna: invadirán México, o se limitarán a "aplastar" únicamente a quienes violen la frontera? No sé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario