miércoles, 20 de octubre de 2010

La ingenuidad perredista.


Hasta hace tres meses, cuando estaba a punto de renovarse la Cámara de Diputados, se hablaba de “narcopolíticos” más como un riesgo que como una realidad. Todos los partidos decían tener los controles necesarios para enfrentar la infiltración. El PRD en particular tenía una razón para sentirse confiado: el fracaso de la acción judicial contra el gobierno perredista de Leonel Godoy en el famoso caso del michoacanazo.

En ese contexto “cerró filas” el sol azteca en torno de Julio César Godoy Toscano, hermano del gobernador de Michoacán, a quien la Procuraduría General de la República (PGR) acusa de vínculos con el narcotráfico. Varios diputados de ese partido maniobraron para meter a escondidas al prófugo a la Cámara de Diputados y de esa manera hacerle rendir protesta como diputado federal para que obtuviera fuero. Públicamente salieron a defenderlo los dirigentes del partido de las diversas corrientes, desde el coordinador parlamentario Alejandro Encinas hasta el presidente del partido, Jesús Ortega.

Todo cambió cuando se difundió en medios de comunicación la grabación entre Godoy Toscano y La Tuta, líder del cártel de La Familia michoacana. Tardó varias horas el legislador federal en salir ante los micrófonos para responder a las revelaciones. Ese fue el momento clave que lo definió a él y al PRD frente a la opinión pública. La credibilidad de ambos en este tema se derrumbó en el momento en que Godoy repitió una y otra vez que el audio ya había sido desestimado por los jueces. “¿Es o no es su voz?” Le preguntaron los reporteros sin cesar. Nunca contestó.

El PRD tuvo entonces que tragarse su defensa e incluso debió solicitar la renuncia de Godoy al partido para tratar de aminorar el daño a su imagen. Su propio hermano Leonel estuvo de acuerdo con la medida. ¿Qué hizo que todos al interior del sol azteca creyeran ciegamente en la inocencia del legislador? Tal vez fue la palabra empeñada del gobernador de Michoacán. Quizá el exceso de confianza por la falta de pruebas, algo común en la PGR. O ambos factores. Sea cual sea la respuesta el hecho es que el PRD cometió un error muy grave en política: meter las manos al fuego por un personaje cuya incorruptibilidad no estaba garantizada.

La ingenuidad conduce a la derrota política. Esa es la lección que lastimosamente dio el PRD durante la última semana.

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